Artículo de: Primitivo Gil.
El hombre, desde el principio de los tiempos, ha sido una criatura dotada de razón y voluntad, creada a imagen y semejanza de Dios. Sin embargo, esa imagen se ha visto opacada por el pecado, las distracciones y las ambiciones mundanas. Frente a esta realidad, la verdadera esencia del hombre no está en su poder o riqueza, sino en su capacidad de reconocer su pequeñez ante Dios y su necesidad de Él. Solo a través de la humildad, el hombre puede acercarse a Jesús, el Salvador del mundo, quien, siendo Dios, se despojó de todo para habitar entre nosotros y reconciliarnos con el Padre.
¿Quién es el hombre y qué debe ser?
El hombre es un ser creado con un propósito divino: amar, servir y glorificar a Dios mientras ejerce su rol como administrador de la creación. Sin embargo, para cumplir este propósito, el hombre debe abandonar el orgullo y los deseos egoístas que lo alejan de su verdadera misión. El hombre está llamado a ser hijo de Dios, hermano de sus semejantes y portador de la luz divina en un mundo cada vez más oscuro.
¿Qué norte debe seguir el hombre?
El único norte válido para el hombre es Jesús, el camino, la verdad y la vida (Juan 14:6). Él es el modelo perfecto de amor, servicio y sacrificio. Seguir a Jesús implica tomar su cruz y negarse a uno mismo, es decir, dejar de lado las pasiones desordenadas y los intereses personales para vivir en obediencia a los mandamientos de Dios. El norte del hombre no puede ser otro que buscar el Reino de Dios y su justicia (Mateo 6:33).
¿Cuál debe ser su Dios?
El hombre debe reconocer a un único Dios: el Dios vivo y verdadero, que se manifestó plenamente en Jesucristo. Hoy en día, muchos han sustituido a Dios por ídolos modernos como el dinero, el poder, la fama o el placer. Pero estos ídolos solo conducen a la insatisfacción y el vacío. Dios, en cambio, ofrece plenitud y vida eterna a quienes lo aman y lo buscan con un corazón sincero.
Reflexionando sobre la vida del Salvador
La vida de Jesús es un testimonio de humildad, servicio y amor incondicional. Nació en la pobreza, vivió en la sencillez y entregó su vida por nosotros en la cruz. En su sacrificio, Jesús mostró que el amor verdadero no busca lo propio, sino el bienestar de los demás. Reflexionar sobre su vida nos invita a imitarlo y a dejar que Él transforme nuestro corazón para vivir conforme a la voluntad de Dios.
¿Es posible la paz en la tierra?
La paz en la tierra es posible, pero solo cuando los hombres se rinden al amor de Dios. Jesús mismo dijo: «Mi paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como el mundo la da» (Juan 14:27). Esta paz no es ausencia de conflictos, sino la tranquilidad del alma que confía plenamente en Dios. Si los hombres vivieran en el amor, la justicia y el perdón que Cristo enseñó, el mundo sería un lugar más armonioso.
Vivir en el amor de Dios, unos para otros
El amor de Dios nos llama a ser canales de su gracia para los demás. «Amaos los unos a los otros como yo os he amado» (Juan 13:34). Este mandamiento nos recuerda que nuestra vida solo tiene sentido cuando vivimos para servir y amar. En un mundo individualista, el verdadero desafío es construir relaciones basadas en el respeto, la compasión y la solidaridad.
Las principales confusiones del hombre moderno
El hombre de hoy vive sumergido en una confusión espiritual. Busca la felicidad en cosas efímeras y pone su confianza en sistemas humanos que prometen plenitud pero no la ofrecen. El relativismo moral, la avaricia y el hedonismo lo apartan de la verdad divina. Estas distracciones lo sumergen en el pecado, alejándolo de su verdadero propósito.
La responsabilidad del hombre de salvarse a sí mismo
Aunque la salvación es un regalo de Dios, el hombre tiene la responsabilidad de aceptarlo y colaborar con su gracia. La humanidad no puede esperar un cambio externo sin antes transformar su corazón. Cada uno debe asumir su responsabilidad de construir un mundo mejor, empezando por la conversión personal. Solo cuando los hombres vivan en el amor de Dios. El auto es periodista y Director de medios de comunicación. (MTP).